cuando el clima no es extremo nos podemos permitir el lujo de rechazar esa obsesión por los pronósticos meteorológicos, y decirnos que asumimos el tiempo que haga, sin más, adaptándonos a él, el lujo de opinar que para qué preocuparse por lo que no podemos cambiar...
pero cuando llega este calor, aquí, en esta parte del mundo, uno mira con ansia el termómetro ¿se detendrá? ¿seguirá subiendo? ¿qué nos permitirá hacer ese sol inclemente y qué no?
Prefiero, puestos a resignarse a los extremos, el frío al calor. No por nada el Infierno se representa como un lugar achicharrante, si fuera un espacio con bloques de hielo, con vientos huracanados, no sería lo mismo.
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